Anatomía ii


La soledad llega a la vida de las personas por todo tipo de contagios que se dan en espacios cerrados y tocando algunos objetos. Por lo general, las soledades, se encuentran rodeadas de recuerdos rotos. Este tipo de recuerdo es parecido a los malos sueños o comúnmente conocidos como “pesadillas”. Hay una enorme variedad de recuerdos rotos (basta echar una mirada a la Enciclopedia Serpentiana que los define en sus tres estados, sólido, líquido y gaseoso). Una de las cosas que más llama la atención de la soledad humana es su capacidad de adoptar vacíos imposibles de llenar, pero que además cuentan con una demanda insaciable.

Las soledades inauditas son las que comienzan a crecer cuando la persona tiene más de veinte años y se pueden detectar porque la coloración de los codos se torna más oscura y por lo general los ojos se irritan más de una vez al día. Cuando se tiene una soledad inaudita hay muy pocas posibilidades de seguir a salvo. En primer lugar se aglomeran recuerdos rotos, unos encima de otros, que a la menor provocación llevan al llanto incontrolable, de ahí que cobren su estado líquido. En segundo lugar como su nombre lo indica, la soledad “inaudita” es en efecto inaudible, nadie la escucha, ni siquiera la persona que la adquiere. Y en tercer lugar es una soledad que nunca olvida por lo que repite una y otra vez recuerdos rotos.

Miles de personas gastan su tiempo bajo el agua tallando sus codos con todo tipo de zacates y hasta con piedra pómez tratando de quitar ese color oscuro que es síntoma de una soledad inaudita. Muy pocas personas aceptan este tipo de condición y lo más recomendable es rodear la soledad con recuerdos que no sean rotos para minimizarla.

Hoy en día se tiene la esperanza de encontrar una vacuna contra la soledad, pero especialistas en el tema afirman que no es algo que se pueda controlar porque en su naturaleza todo tipo de soledad tiende a mutar en el periodo de incubación. 


Hechos irrefutables

La soledad se atropella y una canción rompe en llanto tras un sueño fatídico; inverosímiles acontecimientos que denotan ausencias. Pobre humano que en su momento más intimo se advierte solo y triste, pero de esa tristeza a la que no se acostumbra, a la cual la melancolía no le alcanza. Es una guerra sin batallas, sólo desolación. Un niño sentado en el fondo de su corazón mirando el vacío.